Mnemoka

Translation of Clark Ashton Smith by Jorge Luis urijenny

Se han preservado varios borradores parciales de "Mnemoka", junto con sus duplicados hechos con papel carbónico en la Smith Collection of Brown University; esta duplicación es muy afortunada dado que todas las páginas están terriblemente deterioradas. Sin embargo, con algún esfuerzo, se han reconstruido totalmente las primeras 2000 palabras, con fragmentos que suman 700 palabras a partir de allí. Si Smith la hubiera completado, "Mnemoka" habría sido su cuarta historia con el ambiente marciano de: "Las criptas de Yoh-Vombis", "El habitante de las profundidades de Marte", y "Vulthoom". Poco se sabe respecto a la composición de "Mnemoka": No se han encontrado referencias a este relato en la correspondencia de Smith. Evidencia conjetural de The Book of Clark Ashton Smith indica que el relato es de la época de la explosión de energía creativa de Smith a fines de la década de 1950: El ítem 210 lista el título junto con un muchas otras historias consideradas o completadas durante dicha década, tales como: "Symposium of the gorgon" (Agosto de 1957), "El robo de los treinta y nueve cinturones" (Octubre de 1952 a Abril de 1957), y "Monsters in the night" (Abril de 1953).

-Debo advertirle que la droga no es completamente confiable -dijo el guardián del tugurio, descarnado como una momia y de torso cilíndrico; su voz resonó como el croar de una rana gigante, que se las ha ingeniado para formar palabras de lenguaje humano-. Antes y después de tomarla, usted debe mantener su pensamiento fijo en el acontecimiento que desee revivir. De otro modo, puede que reviva sucesos que ha deseado olvidar.

-En otras palabras, ¿se vuelve hacia atrás en el tiempo? He escuchado que la droga crea una completa ilusión de realidad, en lo visual y auditivo, gusto y tacto.

-Sí, tal como ustedes los terrestres comprenden lo que es ilusión y realidad. Cuando la mnemoka haya hecho pleno efecto, usted tendrá toda la sensación de experimentar ciertos sucesos pasados como si fueran parte del presente. Hay, sin embargo, lo que se podría llamar un periodo de penumbra, que varía de media a una hora, durante el cual el pasado y el presente pueden entremezclarse o alternarse, casi siempre de modo muy confuso. Y, a veces los sucesos que se reviven pueden tomar una dirección variable, con intervalos o finales no experimentados hasta ahora. Tales variaciones, parecen estar determinadas por deseos o temores ocultos. De acuerdo a nuestra teoría, esta es la única manera en que el pasado puede ser alterado. Por supuesto, es todo subjetivo… E incluso, en algunos casos, se han producido resultados que los terrestres difícilmente llamarían subjetivos. De nuevo, es mi deber prevenirlo… Hay buenas razones para la prohibición de la venta de la mnemoka.

-Gracias -dijo el vagabundo espacial Jon, mirando hacia arriba, con ojos inexpresivos, a Pnaglak, el descarnado Aihai que sobrepasaba su propia estatura promedio en medio metro-. Ha cumplido con su obligación de advertirme los riesgos. Ahora deme la droga.

El brazo del marciano, largo como el de un gorila, delgado como el de un faraón embalsamado en las edades antiguas, se elevó hacia un estante cercano al cielo raso de la estrecha cámara en que se encontraban él y su cliente. Bajó una redoma de amplio fondo, opaca como obsidiana, con un tapón terminado en punta, sellado con betún que había chorreado hacia abajo de la botella antes de endurecerse.

El sello de betún cayó en escamas bajo sus uñas puntiagudas y duras como el ónix. Removió el tapón y vertió el contenido de la redoma en una pequeña copa colocada en una mesa trípode, el único mobiliario en la cripta. Levantando la copa con sus coriáceas zarpas, la ofreció a Jon.

-Bébala pronto -lo urgió-. Luego págueme, y váyase tan lejos de aquí como sus piernas puedan llevarlo. No se permite permanecer en el bar a los consumidores de rnnemoka.

-Le pagaré primero -dijo Jon irritado-. Y no se preocupe respecto a que me quede aquí. Ya he bebido demasiado de su podrido aguardiente.

Con su mano libre sacó un monedero de cuero brillante que originalmente formó parte de un pájaro camaleón de Venus, y arrojó el dinero sobre la mesa, produciendo un ruido metálico discordante.

Pnaglak abrió su billetera y guardó las veinte djangas de aleación de oro y plata.

Jon elevó la copa hasta su nariz e inhaló curiosamente el aroma de la droga. A pesar de tener sus sentidos agudizados por los perfumes y hedores de mundos extraños, no pudo detectar olor en el espeso líquido color castaño que espumaba en grandes burbujas iridiscentes.

-Aquí voy, y que te empaches con tus propios venenos -le dijo al dueño del tugurio en su brindis, y se tragó la insípida bebida hasta las últimas gotas viscosas.

Antes de que pudiera bajar la copa vacía, le fue arrebatada de sus dedos, y el Aihai lo empujó lentamente hacia un tramo de escalera opuesto al sector por el que había entrado. Subió a los tropezones los escalones que ascendían en la obscuridad, espaciados para las largas piernas de los nativos del planeta, mientras era empujado firmemente por el marciano. Cuando llegaron arriba, el guardia graznó, en el gutural lenguaje marciano, algo que los órganos vocales humanos podrían rudamente aproximar como:

-Ngrhk, grkg, grkg, ngrhk -en ansiosa maldición.

En la parte superior de la escalera ciega, se abrió rápidamente una puerta de bisagras silenciosas y aceitadas. Jon fue empujado hacia adelante en una calleja sin iluminación, negra como las agallas de un pez bajo el agua, y la puerta se cerró detrás de él, siendo percibido su cierre sólo por una leve exhalación de aire.

Se quedó parado un largo momento, tratando de orientarse. El frío de la noche de aire ralo, amargo como el del espacio, comenzó a morderlo con negros dientes que traspasaban su acolchada túnica.

Las estrellas del marco de la Lyra, balanceándose hacia el oeste en la bóveda celeste, le permitieron recobrar su orientación. Siguió el callejón a su derecha, sabiendo que debería desembocar en una explanada a lo largo del gran canal que divide Ignarh-Luth, el puerto espacial de la capital inmemorial, Ignarh-Vath. Un par de kilómetros al este, en el mismo canal, estaba el hotel Ghaggan, en el que se alojaba.

Era un peligroso e inmoral vecindario, en el que la policía se interesaba sólo en alguna explosión de virtud cívica. Aquí los enigmáticos y astutos nativos explotaban a la escoria de los vagabundos espaciales de una docena de mundos y lunas. Se vendían licores ilegales fantásticos, mortalmente narcóticos, al tiempo que proliferaban con fecundidad crímenes y vicios exóticos, más antiguos que Babilonia. Pero aún aquí, no había sido fácil encontrar un vendedor de mnemoka, un narcótico destilado de un cactus marciano, estrictamente prohibido para los propios marcianos. Podían venderlo sólo, y raramente, a los extranjeros. Esta prohibición o tabú parecía tener un origen religioso. Algún tipo de maldición vaga, no especificada, supuestamente acompañaría al uso de la droga. El estigma de la necromancia estaba unido aún a los soñadores que intentaban evocar el pasado en sus sueños.

Jon había escuchado cautivantes historias, aunque nunca de primera mano, de los fabulosos poderes evocativos de la mnemoka. Se decía que algunos adictos terrestres habían sido capaces, bajo su influencia, de repetir las horas más felices de sus vidas, inclusive retornando a la infancia. Aún ningún científico terráqueo había analizado este narcótico, que podía inducir alucinaciones de realidad más vívida y completa que las generadas por cualquier otro agente conocido. Como Pnaglak había advertido, se trataba de una droga peligrosa, pues a veces podía reproducir eventos y efectos más penosos que agradables; o incluso podía torcer el pasado en direcciones tortuosas y aberrantes. En algunos casos había dejado estigmas que normalmente solo podrían ser causados por la experiencia física real.

Obedeciendo la indicación de Pnaglak, Jon había estado tratando de concentrar sus pensamientos en el remoto episodio que había elegido concientemente revivir. Absorto en este empeño, aceleró sus pasos. Debería tener tiempo suficiente para alcanzar la seguridad de su habitación antes de que la droga produjera su pleno efecto. Pero en ese momento notó una curiosa alteración de sus sentidos, como si el proceso de separación de la presente realidad ya hubiera comenzado.

El frío lo había entorpecido un poco, como si un Sol prematuro se estuviere elevando en alguna parte detrás del elevado laberinto de edificios. En lugar de sobre el pavimento duro como el metal, le parecía por momentos estar caminando sobre un suelo elástico como hierba o musgo. La familiar pestilencia de los callejones ya no punzaba su nariz con la acritud del amoníaco; y percibía en cambio evanescentes vahos de menta magullada -débil pero por momentos inconfundible...

No había menta en ninguna parte de Marte; pero él había descansado, mucho tiempo atrás -y no solo- en un lecho de menta salvaje en su Tierra natal. Era ese episodio, alejado en el tiempo por los años gastados en la mitad de los mundos solares, el que deseaba reexperimentar. *

* _ Temáticamente este cuento es similar a "La cadena de Aforgomon," en el que un personaje llama al Caos Acechante Xexanoth para rememorar una hora pasada con su amada, y a "El último encantamiento", donde el mago Malygris busca revivir a su primer amor, y recapturar su pasado inocente. El tema de la "pérdida" -la pérdida de una persona amada, de un brillante y bello pasado, de algún extático estado de existencia- es muy importante en la ficción y la poesía de Smith. Trató de visualizar el rostro de Sophia, la joven que había compartido con él ese fragante lecho. Podía ver su pequeño y núbil pecho, bajo los encajes de luces y de sombras que producían los rayos solares al atravesar las copas de los sauces; podía ver, podía sentir, el cálido cuerpo que había disfrutado del Sol en el mediodía del verano. La emoción de ese momento, virginal para ambos, permanecía aguda en su memoria. Pero su rostro retornaba a él con la vaguedad de una reflexión en aguas en movimiento. Alternadamente, en breves destellos, evocaba otros rostros, inesperados e inoportunos: rostros de mujer cuya pasión venal o perversidad había comprado -y podía comprar nuevamente- en muchos puertos espaciales. No hubiera necesitado de la mnemoka para revivir tales amores. El precio de los zafiros resplandecientes que el vendía las habría traído hacia él en serrallos con toda su sobrenatural languidez y retorcimiento.

Con un violento esfuerzo de voluntad, expulsó los rostros -y con ellos se fue la seductora ilusión de la menta, la calidez que había entibiado la fría noche, la ambigua blandura bajo sus pies. De nuevo, no había nada más que el fétido callejón por el que se desplazaba.

Fue su prisa, quizá, la que hizo que tropezara con un objeto pesado no visto. Maldiciendo, recuperó su equilibrio y sacó la pequeña pero poderosa linterna que traía.

Un cuerpo de hombre había bloqueado su camino, tendido transversalmente, cara arriba, sobre el sucio pavimento. La luz se posó sobre las botas hasta la rodilla y la túnica amplia con cinturón, tal como la que él mismo llevaba -el atuendo tradicional de los hombres del espacio.

El cuerpo en sí mismo podría haber sido uno de muchos miles... pero el rostro le resultaba muy conocido, y nunca había pensado verlo de nuevo.

Por un instante, Jon fue consciente, no del horror, sino sólo del sobresalto de algo imposibles, cuando la luz de su linterna se posó sobre ese rostro muerto familiar. Luego vino la descabellada esperanza de que estuviera en un error, que el hombre fuera simplemente alguien que se parecía a Boris. Buscando evidencia de tal error se inclinó para mirar de más cerca.

Con mórbida consternación identificó el gran lunar arriba de la ceja derecha, las dos cicatrices de cuchilladas rojizas y en diagonal desde la mandíbula hasta la cuenca del ojo en la mejilla izquierda. La nariz en gancho, rota en el medio sobre su puente, la barba rala y rojiza ocultando a medias la hendidura de la barbilla, los pesados párpados sobre los mal alineados ojos, el abultado labio inferior. Todo esto sólo podía pertenecer a Boris. Como confirmación adicional, estaba la propia herida.

Sólo podría haber sido causada por una bala de punta blanda como las que Jon había usado, olvidando en su prisa que el arma estaba cargada con cartuchos de este tipo. La bala, disparada cerca de la sien derecha, había hecho un orificio limpio en ese lado. Saliendo por el otro lado había volado la oreja izquierda y buena parte del cráneo y del pelo. Jon después había lamentado tal suciedad: había tomado tiempo limpiar las salpicaduras del piso y de las paredes de la nave.

Había cargado la automática con estas balas blandas por su posible uso contra ciertos monstruos que se creía que podían encontrarse en Europa, cuyas difusas manchas vitales eran poco dañadas por cualquier cosa menos bárbara. Tales monstruos habían permanecido asustados y distantes durante su estancia en la luna de Júpiter.

Y ahora ese espantosa herida, *

* _ Más allá de este punto, los restantes fragmentos deteriorados proveen unos pocos detalles adicionales. El vagabundo espacial Jon y Boris se han encontrado en una ciudad puerto de Venus, donde convienen viajar a Europa, una luna de Júpiter, en busca de dinero rápido. Viajando en una pequeña nave, El Pelícano, el par de vagabundos pasa "una exitosa estación entre los aborígenes de la luna jupiteriana. Han negociado brazaletes y otras chucherías a cambio de los bellísimos y valiosos zafiros resplandecientes que se encuentran en la blanda marga de Europa.

English original: Mnemoka

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